Playa y lluvia
Ha pasado tiempo. En medio de la vida cotidiana, nos asaltan los recuerdos. Ayer estuve paseando por la playa. Pensando, reflexionando sobre la vida. Mil escenas, rostros, cosas aprendidas, sentimientos de agradecimiento y tristeza. Un destello de comprensión cósmica de mi lugar en el mundo. Yo y el inmenso mar brumoso, en medio de arenosos acantilados y roca. Sin nadie alrededor. La playa estaba desierta, sólo el romper de las olas con su rugir de fondo.
Me sentí solo.
Vacío, como si de repente la inmensidad del mar hubiese borrado todos mis recuerdos. Un sentimiento de ausencia me invadió. Una necesidad de aferrarme a algo o alguien. Un vacío tremendo, como si en algún lugar del universo alguien me extrañase con todas sus fuerzas. Como si alguien me llamase con el pensamiento. Caminé hasta cansarme, hasta el extremo más abandonado.
Caía la tarde y oscurecía, tanta inmensidad en medio de un paisaje tan hermoso y no podía compartirlo. Decenas de horas sin hablarle a nadie y sin embargo un estruendo de sensaciones me rodeaban como una muchedumbre y me dejaban sin aliento. El viento me cobijaba débilmente, el mar frío en mis pies me recordaba mi limitada humanidad y mis ojos contemplaban una mezcla exquisita de azules, naranjas y nubes cargadas que se precipitaban al mar.
Me senté a ver la puesta del sol. No tenía ganas de regresar, el mar fue cubriendo mis huellas, subía la marea. Se hizo el silencio. Solo quería quedarme allí, mientras crecía la oscuridad.
Caminé media hora en medio de la arena y las piedras, guiado solo por los destellos de luz del poblado vecino. Resbalé algunas veces. Mi jean, cubierto de sal y arena, me raspaba las pantorrillas. Caminé. Los recuerdos más dolorosos me asaltaron en esa media hora de oscuridad. Debí verme triste, pero nadie me vio.
El último carro salía del poblado a las 8pm. Cinco horas después llegué a mi casa, en medio de una tenue llovizna que bañaba las calles desiertas de la ciudad.
Me sentí solo.
La playa estaba desierta. Las calles estaban desiertas. Mi corazón también.
El mar me recordaba la vida, la lluvia me recordaba la vida. Mi sed me recordaba la vida.
¿A donde voy? No lo sé. Mi corazón me dijo algo que no comprendí, que no quise comprender. Algo me dice que tengo que volver a preguntarle a ese mar misterioso y sabio qué fue lo que sentí. Por un instante estuve conectado con todo. Pronto volveré y le preguntaré. Qué difícil conocerse a uno mismo. Ya no quiero estar solo.
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